AL LLEGAR LA NOCHE
El día
se apaga, cual llama que se extingue
al
mojarse en las oscuras aguas de la noche.
Se
enciende el espejo de la luna con su azulada
luz,
despidiendo al sol que se retira al otro
lado
del poniente.
Titilan
las estrellas en incesante parpadeo,
brillantes
chispas que dan vida al firmamento
como
enjambre de pequeñas luciérnagas perdidas
en su
impenetrable negrura, acompañadas de un
majestuoso
silencio que al sueño y al soñar
inducen.
Descansa
la diurna actividad, merecido
premio
a su desgaste, recuperación necesaria
para un
más tarde continuar al nacer el día,
que con
su dorado resplandor nos despierta,
dando a
nuestro cuerpo nuevos y energetisantes
bríos
de duración efímera, hasta completar el
ciclo
con el nuevo llegar de la noche, quien
pacientemente
nos espera, vestida de su eterna
y
relajante calma, cuando dulcemente nos
hace
dormir en su regazo como madre amorosa
que nos
mima brindándonos el necesario descanso.
Cástulo
Gregorisch
9/18/04
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